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Historia vieja, truco nuevo: Mientras más dólares al Estado... Bolívares más envilecidos al pueblo














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Por Pedro Elias Hernández
















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No son del rey los bienes de sus vasallos. 

 

 

Dentro de una economía existen dos factores fundamentales cuya estrecha relación uno con el otro determina el sistema de precios. Por un lado está la cantidad de bienes y servicios que se producen y se transan en el mercado económico, y por otro lado está la cantidad de dinero disponible en manos del público. Debe existir un equilibrio adecuado entre estos dos factores, si existe un desequilibrio entre uno y otro factor, la economía empieza a funcionar mal. Si hay abundancia de emisión de dinero, pero se producen y dispensan pocos bienes y servicios, entonces la tendencia será a que los precios suban ya que habrá una masa monetaria excesiva y escasez de cosas que comprar con ese dinero. Esto crea carestía. Por el contrario, si la cantidad de bienes y servicios disponibles dentro de una economía es muy superior a la oferta monetaria, los precios caerán, ya que el valor de la moneda será mayor y con ella se podrán adquirir mayor cantidad de cosas. Esto que puede ser bueno para los consumidores, también puede generar un efecto negativo, ya que los precios se envilecen demasiado, entonces la tendencia a la larga y también a la corta será a que los productores se inhiban de dedicarse a producirlos y dispensar una cantidad considerable de bienes y servicios lo que traerá escasez y desempleo.

 

Por eso, las variables llamadas macroeconómicas son tan delicadas. Se necesita que la moneda no pierda capacidad de compra para proteger a los consumidores y su poder adquisitivo, pero también se necesitan precios atractivos para que los productores se dediquen a producir y dispensar los bienes y los servicios que demanda la sociedad.

 

Este asunto del equilibrio entre la oferta monetaria y la oferta de bienes y servicios dentro de una economía es abordado de diferentes maneras y a veces se privilegia a uno y otro sector. En unas ocasiones se piensa en los productores y se desarrollan políticas públicas que tienden a proteger a este sector con incentivos de liberalización de precios. En otras ocasiones se piensa en los consumidores y se desarrollan políticas de controles de precios.

 

Como el fenómeno de la inflación es una suerte de enfermedad que se extiende dentro de las economías cuando éstas de alguna forma están funcionando mal, las políticas económicas modernas se preocupan más por reducir los efectos inflacionarios. La inflación es un mal que afecta a todos los ciudadanos, pero sobre todo a los sectores económicamente más débiles. Es por eso que quienes tienen menos capacidad de defensa frente a la inflación sean los sectores con mayor densidad poblacional. Dado lo vasto que puede ser el efecto inflacionario, los gobiernos empiezan a formular políticas públicas más interesadas en abatir este fenómeno o, en definitiva, tenerlo bajo control.

 

De allí que la tendencia mundial de los principales bancos centrales del mundo sea preservar el valor de la moneda, es decir, su capacidad de compra. Monedas fuertes y estables son el signo de los tiempos. Las monedas más sólidas del mundo tienden a competir entre ellas. Por ejemplo el yen japonés, el euro y el dólar, son las divisas más cotizadas a nivel internacional ya que expresan la salud y vitalidad de las economías que las sustentan.

 

Desde luego que esto no está inmune de problemas. Cuando una moneda se fortalece mucho respecto a otra, los productores que realizan sus transacciones económicas con esa moneda tienden a perder capacidad competitiva en otros países y por ende sus productos para la exportación se encarecen en los mercados externos. Cosa distinta ocurre con los consumidores, que se ven beneficiados con tener en su poder una moneda sólida que les permita tener amplia capacidad de compra.

 

Ahora bien, ¿a quién beneficiar?, ¿a los productores o a los consumidores?. Las corrientes más modernas, los economistas y pensadores económicos que han ganado los premios Nobel de economía en los últimos 15 años, tales como Robert Mondell,(el padre del euro), Milton Friedman, Vernon Smith, Douglas North, Gary Becker, entre otros, se pronuncian por darle prioridad a la lucha contra la inflación a través de políticas monetarias muy disciplinadas y en muchos casos restrictivas que fortalezcan las monedas y logren una prolongada estabilidad en la apreciación de las mismas. Todo esto se debe a que realmente se ha escarmentado respecto a los nocivos efectos de la inflación durante buena parte del pasado Siglo XX.

 

LA MÁS DEMOCRÁTICA DE LAS PROPIEDADES PRIVADAS

 

Estas modernas corrientes económicas han llegado a la conclusión que la más democrática de las propiedades privadas que existen en cualquier tipo de país o sociedad es la moneda y el dinero. Cualquier persona, por muy pobre que sea, posee o ha poseído una moneda o ha tenido alguna cantidad de dinero. Inclusive, las personas más excluidas, aquellas que forman partes de las cifras de lo que se denomina pobreza extrema, esa que sobrevine con ingreso iguales o menores a un dólar diario, ese sector de seres humanos en condiciones de enorme miseria, tienen acceso al dinero y la moneda como única propiedad privada. En definitiva, la moneda o el dinero que usted guarda como ahorro en el banco, que guarda debajo del colchón de su casa, o simplemente que carga consigo en el bolsillo o la cartera, es un bien material monetizado que le pertenece y es suyo y de nadie más mientras lo posea.

 

Entonces, por qué no defender de manera fundamental el valor de la moneda, ya que es la propiedad privada más ampliamente difundida en el mundo. Hay personas que tienen casa, carro, acciones, títulos de valores, joyas costosas, bienes raíces, etc., pero muchos no poseen ninguna propiedad privada, más allá que el ingreso que reciben en moneda o dinero como fruto de su trabajo. Eso hay que protegerlo como valor económico por encima de todas las cosas. En otras palabras, el dinero y la moneda es la propiedad privada por excelencia de los pobres. Cualquier atentado contra la moneda, léase inflación o devaluación, es un atentado criminal contra la forma de vida de los más vulnerables y más débiles en lo social y lo económico.

 

LOS ATRIBUTOS DE UNA MONEDA

 

Las monedas tienen que tener tres atributos fundamentales para ser consideradas como tales. Una moneda tiene que ser una unidad contable o una unidad de cuenta, es decir, un instrumento para cuantificar nuestras transacciones económicas. Este atributo lo tiene cualquier moneda. Pero hay otros dos más que son fundamentales para poder catalogarse realmente como una divisa o una moneda que se respete. Una moneda debe ser un efectivo medio de pago, es decir, debe tener una importante capacidad de compra. El otro atributo, igualmente fundamental, es que una moneda debe ser un almacén de valor, es decir, debe preservar en el tiempo su valor para garantizar fomentar el ahorro y la capitalización de las personas.

 

Hay divisas nacionales, como por ejemplo el bolívar que más bien deben catalogarse como ex monedas, ya que no tienen los dos atributos fundamentales que caracterizan a una moneda realmente sólida y efectiva. Si tenemos en cuenta que nuestra moneda que lleva el nombre del Padre de la Patria se ha devaluado más de 70 mil por ciento en los últimas dos décadas, tenemos que realmente el bolívar, como divisa, está prácticamente en extinción. Ella es simplemente una unidad contable.

 

FALTA DE DEFENSA DEL VALOR DE LA MONEDA

 

Esta realidad tiene su dramático corolario en los niveles de pobreza que ha experimentado la población venezolana. Por ejemplo, la firma Datos Information Resources en su estudio de Pulso socioeconómico demográfico más reciente indica que en 1964, el estrato E de la sociedad, es decirle más pobre de la escala, representaba el 37% de la población, mientras que 40 años después, es decir en 2004 ya este segmento constituye casi el 60% de los venezolanos. Este estrato social, según la prestigiosa firma, tiene de ingreso mensual por hogar de 430 mil bolívares. En ese núcleo familiar, integrado por 5 personas, dos están empleados (en la economía formal o informal), lo que quiere decir que apenas ingresan un poco más de 200 mil bolívares mensuales cada uno (la mitad del sueldo mínimo). Como conclusión final de este estudio de la encuestadora de datos se puede leer textualmente lo siguiente: "Uno de los principales daños que ha sufrido la economía venezolana en estas décadas es la falta de defensa del valor de la moneda y con ello el indiscutible deterioro de la capacidad de compra de los ciudadanos". Más claro, imposible.

 

Basta con observar que el salario mínimo en 1960 era de 8 bolívares diarios y en el 2004 de 10.000 bolívares. Una arepa rellena costaba en 1960 un bolívar cada una y en el 2004, 3.500 bolívares. Teniendo más de mil veces más bolívares en el bolsillo, un trabajador raso en la actualidad tiene muchísimo menos capacidad de compra con su ingreso que el que tenía ese mismo trabajador 4 décadas atrás. En esa época podía comprar 8 arepas con su ingreso mínimo y ahora sólo menos de tres. Ese es el proceso real de nuestro empobrecimiento, la erosión del valor de nuestra moneda., es decir, la nefasta inflación.

 

LA MODIFICACIÓN A LA LEY DEL BCV

 

La nueva reforma a la Ley del Banco Central de Venezuela que básicamente lo que hace es eliminar la obligatoriedad por parte de Pdvsa de venderle al ente emisor la totalidad de los dólares que recibe como resultado de sus exportaciones petroleras, nos pone al descubierto el peligroso y terrible esquema cambiario que piensa seguir utilizando el actual gobierno para financiar buena parte de su gasto público. Pdvsa es una empresa propiedad del Estado venezolano que produce el 80% de las divisas que ingresan al país. Esto en la práctica hace que el sector externo de nuestra economía esté casi totalmente estatizado y controlado por los gobiernos de turno. En otras palabras, los dólares que vienen a Venezuela son propiedad del Estado, ya que tienen su origen en la industria de los hidrocarburos. En tal sentido los recursos financieros que recibe el sector gubernamental son fundamentalmente en dólares, ya de la industria petrolera provienen el 60% de los ingreso ordinarios del sector estatal y además son los ingresos más líquidos con los que cuenta el Estado.

 

Al tener los gobiernos de turno ingresos en dólares en un enorme porcentaje, pero al mismo tiempo como son en bolívares la mayoría de sus gastos (pago de nomina de la administración central y descentralizada y otros gastos corrientes), han utilizado la devaluación de la moneda como forma de financiar al Estado. La operación es muy simple, el estado recibe dólares y al devaluar, recibe más bolívares por esos mismos dólares. En la práctica, mediante este procedimiento los gobiernos abaratan en dólares sus obligaciones domésticas (gasto corriente, de inversión y pago de deuda interna). Sin embargo, esta fórmula monetaria encarecía los gastos que el Ejecutivo debía hacer en dólares (pago de deuda externa, pago del servicio exterior, importaciones directas), ya que debía comprar las divisas que necesitaba al precio establecido por la nueva paridad cambiaria (es decir más caras). Al eliminarse ahora la obligatoriedad por parte de Pdvsa de venderle al BCV todas las divisas que recibe y junto con esto autorizar al Ejecutivo a tomar unos 5 mil millones de dólares de las reservas consideradas excedentarias para que el sector oficial las utilice exclusivamente en el exterior, lo que el gobierno está haciendo de manera muy hábil e inteligente es evitar el encarecimiento de sus gastos en dólares luego que devalúe nuevamente la moneda. En otras palabras, se nos están anunciando nuevas y sistemáticas devaluaciones en el futuro, con las cuales el Gobierno seguirá abaratando en dólares sus gastos internos, pero esta vez no encarecerán sus gastos externos. En contraste tal circunstancia continuará haciendo polvo el poder de compra del bolívar y encareciendo todos los gastos del ciudadano común quien está obligado a usar una moneda en vías de extinción.

 

Esta perversa fórmula, practicada en tiempos de la IV República y ahora mejorada en tiempos de la V, es la más terrible confiscación patrimonial que se le pueda hacer a una sociedad, traducida en la erosión del valor de sus ahorros y de sus ingresos en moneda nacional. Desde Maracay, sede de la Casa de la Moneda, capital monetaria de Venezuela, vaya este llamado de alerta por el futuro económico que nos espera.
















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