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El parricidio














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Por Pedro Elias Hernández
















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La gente empieza a darse cuenta de que el aparato del gobierno es costoso.
Lo que aún no ven es que el peso recae sobre ellos. 

 

 

Desde que se estatizó la industria petrolera, en agosto de 1975, se produjo una terrible distorsión en la economía venezolana. Hasta ese momento, los ingresos de los gobiernos, fundamentalmente los que venían procedentes de la industria petrolera propiedad de las transnacionales, se recibían en bolívares. Los impuestos y regalías se le cancelaban al Estado en moneda nacional.

 

INGRESOS EN DÓLARES Y GASTOS EN BOLÍVARES

 

Pero a partir de la llamada "nacionalización", los ingresos del Gobierno por concepto de la explotación y comercialización de los hidrocarburos empezaron a ser en dólares, ya que el Estado venezolano ahora ya no sólo era dueño del recurso, sino también del capital y las instalaciones de la industria. El petróleo es un bien de exportación cuyo precio y comercialización se denomina y se realiza en una moneda dura y de cobertura global como el dólar. Las exportaciones por hidrocarburos constituyen el 85% de las divisas que ingresan al país. Luego, los gobiernos de turno controlan casi totalmente la actividad económica externa del país, la cual le da sustento y respaldo a los billones de bolívares que circulan en nuestra economía. Por otra parte, la dependencia de los recursos financieros provenientes de la industria y el comercio del petróleo constituyen ellos por sí solos casi la mitad de los ingresos ordinarios que recibe anualmente el Gobierno. Sin embargo, la inmensa mayoría de los gastos del Estado -es decir, el pago de las nóminas de los 26 ministerios que tiene el Gobierno, las misiones, el financiamiento de los institutos autónomos, todo eso que se denomina gasto corriente y que representa el 80% de las erogaciones que hace el Ejecutivo- se hacen en bolívares.

 

Al controlar la mayoría de los dólares, los gobiernos de turno a través del BCV y mediante su expansión fiscal empezaron a manipular la emisión de dinero y por ende a generar distorsiones en la política monetaria. Antes del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez el Banco Central de Venezuela era una institución mixta, en donde el 50% de sus accionistas eran privados. Estatizado el BCV mediante una Ley Habilitante, y abandonando el Gobierno su disciplina fiscal debido al sobreingreso petrolero que se produjo a mediados de los años 70, se erosiona rápidamente la disciplina monetaria y fiscal. Se expande sin control la oferta monetaria, la liquidez ampliada como se le conoce, como consecuencia de un Estado que comienza a gastar mucho más de lo que le ingresa. Para financiar esta orgía de gasto apela al masivo y sistemático endeudamiento público externo e interno amparándose en el control que tiene del negocio petrolero.

 

Con una política irresponsable de expansión del gasto y de emisión de dinero, se producen fuertes presiones inflacionarias y expectativas devaluacionistas que hacen colapsar el tipo de cambio en Venezuela que había mantenido una estabilidad de 100 años, desde que Guzmán Blanco creara el sistema monetario moderno en 1876, con la creación de la moneda denominada "El Venezolano" y luego nuestra divisa, el bolívar, en 1879. Se produce así la devaluación de febrero del '83, que deja atrás para siempre el cambio fijo de 4,30 por dólar.

 

A partir de allí, lo que sucedió fue muy simple. Eliminando la paridad fija bolívar-dólar, los gobiernos empezaron a manipular la política cambiaria a través de la flotación del tipo de cambio. Así se genera la siguiente perversión: Los gobiernos reciben sus ingresos en dólares y tienen sus gastos en bolívares, pero cuando las cuentas del presupuesto no le cuadran, ya que adquieren compromisos de gasto que rebasan sus ingresos y se endeudan por encima de su capacidad de pago, deciden aprovechar el esquema de cambio flexible para ajustar la paridad cambiaria mediante la devaluación de la moneda. Por medio de esta fórmula, los gobiernos de turno que ha tenido Venezuela en todos estos años, tanto los de antes como los de ahora, obtienen más bolívares por la misma cantidad de dólares que les da la industria petrolera. Este perverso esquema se retroalimenta de una manera que se puede considerar como infernal, ya que el Gobierno devalúa la moneda para obtener más bolívares por las divisas petroleras que recibe, lo cual hace que se produzca una masa de dinero inorgánico que es lanzado a la economía a través del gasto público presionando hacia arriba los precios internos de los bienes y servicios y provocando una depreciación del tipo de cambio real que obliga nuevamente a devaluar.

 

Con el ciudadano común ocurre todo lo contrario. La gente de a pie recibe sus ingresos en bolívares, pero la inmensa mayoría de sus gastos son en dólares, ya que los precios dentro de nuestra economía se tasan en moneda estadounidense. Esto ocurre por el hecho de que el 60% de los bienes de consumo que se demandan en el país tienen origen importado. Igualmente el componente importado de nuestro Producto Interno Bruto es superior al 50%. En otras palabras, las cosas que compramos los ciudadanos están totalmente dolarizadas. Pero uno de los pocos precios que no se determina en dólares, es el salario de los trabajadores, el cual es en bolívares, por cierto, cada vez más devaluados.

 

LA ECUACIÓN DE LA POBREZA

 

He aquí la ecuación de la pobreza en Venezuela. Por un lado, un gobierno cuyos ingresos más líquidos y mayoritarios son en dólares y sus gastos son en bolívares, mientras que por otro lado tenemos una población que recibe sus ingresos en bolívares y sus gastos los cancela en dólares. Los gobiernos de turno devalúan para hacer rendir sus dólares, mientras que los ciudadanos ven destruida la capacidad de compra de sus bolívares frente a los precios cada vez más dolarizados.

 

Por eso nuestra moneda nacional se ha devaluado en 20 años un 70.000%. Este ha sido el expediente al que han recurrido los gobiernos para obtener el financiamiento de sus presupuestos. Hay ejemplo muy sencillo y elocuente para entender el fenómeno. Antes de la devaluación de 1.920 bolívares por dólar a 2.150, ocurrida en marzo pasado, la deuda interna pública ascendía a unos 15 mil millones de dólares. Con la devaluación, de un plumazo, esa deuda pasa a ser de unos 13 mil millones de dólares. Con la manipulación cambiaria, el Gobierno se ahorró 2 mil millones de dólares. Con los pasivos laborales que el Gobierno adeuda a sus trabajadores ocurre lo mismo. A principios del año 1999 estos compromisos alcanzaban los 20 mil millones de dólares y ahora, luego de las sucesivas devaluaciones ocurridas durante los últimos 6 años, el monto de esa deuda bajó a 13 mil millones de dólares. Es decir, una descapitalización inmensa de los ahorros de millones de ciudadanos que laboran al servicio del sector oficial. El Estado se ahorra dos mil millones de dólares en el pago de la deuda interna y 7 mil millones en pasivos laborales, de esta forma se ayuda para cuadrar sus cuentas fiscales. Esto sucede debido a que los ingresos del Gobierno son en dólares y la mayoría de sus gastos en bolívares. Así vemos la manera en que el Gobierno puede satisfacer el pago de sus obligaciones con los banqueros y reducir la deuda con sus trabajadores a costilla de los pocos ahorros que pueden hacer las personas en bolívares y del poder adquisitivo de los salarios de millones de compatriotas.

 

Mientras esta situación se mantenga, no habrá forma de evitar que el Estado financie su derroche y su déficit fiscal a cuenta de las devaluaciones. Esto ha venido ocurriendo sistemáticamente desde hace 20 años. El problema estriba en la posesión de los llamados petrodólares. De seguir los mismos en manos de los gobiernos de turno, el incentivo para devaluar será siempre demasiado poderoso.

 

Con una moneda devaluada, que vea erosionada sistemáticamente su capacidad de compra, no se puede consumir y mucho menos ahorrar. Al no haber ni consumo ni ahorro, no hay inversiones productivas. Cualquier sociedad se levanta con ciudadanos que tengan capacidad de consumir para satisfacer sus necesidades básicas y también capacidad de ahorrar para financiar un sistema de ahorro colectivo que capitalice y fortalezca el sistema financiero y se abarate de esta forma el precio del dinero, es decir el crédito. Sólo así se pueden generar numerosas inversiones para lograr el crecimiento económico y fuentes de empleo.

 

EL CÍRCULO DE LA POBREZA

 

Pero al no haber inversiones productivas no se generan fuentes de empleo y si no hay fuentes de empleo no hay ingresos y no hay consumo. A esto también se le llama el círculo de la pobreza y opera de la siguiente forma: La caída del consumo hace que se genere un proceso de desinversión por parte de las empresas, ya que se reduce el universo de consumidores y por ende se constriñe la demanda de bienes y servicios. Igualmente, al no haber inversiones se dejan de generar puestos de trabajo, frente a un crecimiento constante de la población laboralmente activa. Esto hace que las personas que salen a buscar trabajo todos los años no consigan dónde emplearse y se vean obligados a practicar lo que denominan economía de sobrevivencia, la cual se caracteriza por una caída significativa de la capacidad de consumo por parte de la población. Allí se cierra el círculo, para nuevamente abrirse e iniciar su interminable secuencia de empobrecimiento.

 

El parricidio es el término que se utiliza para calificar el asesinato de un padre a manos de su hijo. Si el Padre de la Patria es Simón Bolívar y nuestra moneda en honor al héroe, ha sido ultrajada, mancillada, erosionada y devaluada, criminal y sistemáticamente en su capacidad de compra al punto que ya vale menos que un peso colombiano y se ha devaluado en más de un 70.000%, entonces lo que se ha perpetrado contra nuestra divisa nacional desde el llamado "viernes negro" del 18 de febrero de 1983 hasta el presente, constituye lo que podríamos llamar una suerte de parricidio en contra de ese ilustre prócer que nos engendró como nación. Esto es bueno recordarlo, precisamente hoy, día del natalicio del venezolano que nos dio el ser como República soberana.

 

LOS PARRICIDIOS DEL FUTURO

 

Luego de aprobar una reforma a la Ley del BCV que le permite al Gobierno disponer de 6 mil millones de dólares de las reservas internacionales, lo más seguro es que el Ejecutivo gaste este dinero en función de obtener beneficios electorales en este año 2005 y sobre todo en el 2006. Esa expansión del gasto aumentará la liquidez monetaria y apuntalará la inflación, lo cual hará que se deprecie nuevamente nuestra moneda y el tipo de cambio real. El ministro de Finanzas, Nelson Merentes, ha prometido que no habrá devaluación en el año 2006, por lo que el precio del tipo de cambio para calcular el presupuesto del venidero año se hará sobre la base de 2.150 bolívares por dólar. Realmente cumplir esa promesa será muy difícil, por lo que se espera para el 2006 un dólar a 2.300 ó 2.400 bolívares. Pero en todo caso, de generarse el ingreso en dólares por los buenos precios del petróleo que permitan retrasar la devaluación el año que viene, ésta se producirá sin duda para el 2007.

 

El parricidio que ejecutamos en contra de la memoria de El Libertador al devaluar el signo monetario que lleva su nombre, a diferencia del parricidio físico, se puede perpetrar varias veces. Pobre legado de Simón Bolívar que está condenado a ser asesinado miles de veces por sus malos hijos.

 

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Historia vieja, truco nuevo: Mientras más dólares al Estado... Bolívares más envilecidos al pueblo
















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