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Una voz joven: Encontrando su cauce














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Por Estefanía Molina García
















La gente empieza a darse cuenta de que el aparato del gobierno es costoso.
Lo que aún no ven es que el peso recae sobre ellos. 

 

"Que son los jóvenes quienes tienen que salir a la calle a defender el país". "Que la juventud de hoy en día ya no es igual a la de antes". "Que ya no existen jóvenes como los integrantes de la generación del 28". "Que hay mucha apatía de parte de los jóvenes hacia los temas políticos". Son frases que he escuchado cantidad de veces y, aunque pueden reflejar parte de la realidad, no son del todo ciertas, por un lado; y no contribuyen a nada bueno, por el otro.

 

A diferencia de muchos adultos, opino que sí hay interés de los jóvenes en cuanto a la materia política. Lo que no queremos es que se nos asocie con corruptos, ladrones de cuello blanco, ni con personas que hayan participado en actividades de algún tinte político en la historia de nuestro país y, contrario a ser modelo a seguir, han sido de tropiezo, dado que dicen identificarse con ciertos estatutos, valores, doctrina, tener determinada visión, misión, pero llegado el momento de poner a prueba todo lo que dicen pregonar, han dejado mucho que desear.

 

Este hecho, aunado a la ausencia de renovación de las dirigencias partidistas, segregando a los más jóvenes y colocando al frente a los mismos de siempre, ha llevado a la población juvenil, asqueada de dicha situación, a mantenerse al margen de la participación política desde los partidos.

 

No pretendo en estas líneas excusar, ni mucho menos aplaudir a jóvenes que pretenden quedarse en una "bolita de cristal" con una idea perenne de que "yo no me meto en política", como si de ese modo consiguieran que las decisiones que se toman a nivel político, no les afectaran directamente a nivel económico y social.

 

Es mi intención hacerles entender a los más grandecitos, que si bien la mayoría de la población juvenil no apoyamos un "socialismo del siglo XXI" que hasta ahora, nadie tiene claro qué es, tampoco apoyamos una coordinadora editada (y fracasada) una vez, ahora reeditada y maquillada, pero carente de propósitos claros, estrategias y más confusa que un arroz con mango, tizana y ensalada rusa juntas.

 

En otras palabras queremos algo totalmente distinto, pero que sea distinto desde estatutos y planteamientos, no tan solo desde su fachada. Donde se nos tome en cuenta y podamos explotar al máximo nuestro potencial, sin vernos afectados una vez más por limitaciones de tipo político-partidista, cuya data en Venezuela es muy antigua y sus consecuencias, lo bastante perjudiciales y lamentables para tomarlas en cuenta y rectificar.

 

Queremos un sistema que nos permita igualdad de oportunidades. !Sí! Igualdad de oportunidades. Pero no que, basándose en ésta, alguien se lleve el galardón que me correspondía a mí. Sino que haya un justo reconocimiento al mérito de quienes se destaquen tomando en cuenta que igualdad de oportunidades no implica necesariamente igualdad de resultados.

 

Queremos un sistema en el cual, en vez de girar todos los poderes alrededor de uno solo, y a su vez que estos poderes cubran tanto funciones que les corresponden, como funciones que no les corresponden; una verdadera federación y municipalización, donde cada región sea capaz de cubrir las funciones que les han sido asignadas, que sea un tanto independiente y así saldrían beneficiados tanto trabajadores del centro del país que se sobrecargan, como trabajadores del interior del país quienes conseguirían mayor cantidad de plazas de empleo.

 

Queremos autonomía de todos los poderes, particularmente del poder judicial, de modo que existan menos posibilidades de anarquía y corrupción.

 

Queremos una mejora en las funciones que le atañen al Estado, en las empresas que debe llevar a buen término. Pero sabiendo toda la corrupción que representan, además de lo inauditables que son, (dado que cuentan con un pozo sin fondo que son los recursos del Estado), podría dársele cabida a particulares.

 

Queremos un país donde haya libertad de prensa y no seamos juzgados por manifestar nuestra opinión, sino que al contrario, con nuestra opinión contribuyamos para el avance de nuestro país.

 

Por último, pero no menos importante, queremos más hechos que palabras. Ya basta de hacer campaña con lo ocurrido hace 40 ó 50 años. Los venezolanos merecemos mejor vida que estar amargándonos o envileciéndonos por hechos que acontecieron hace décadas y si bien, debemos aprender de tales vivencias, no tiene sentido seguir viviendo en el pasado. Es hora de levantarnos y escribir el presente.

 

Estemos claros que el país no necesita más de los mismo, buscamos mucho más que pan y circo, buscamos un desarrollo basado en políticas concretas donde quienes estén empezando tengan su derecho a expandirse sin ser aplastados, donde aumente la cantidad de inversiones de modo que haya más empleo cada día y las ideas novedosas puedan lanzarse al mercado, sin el temor de que les apliquen un control y tengan que disminuir los precios y con ello la calidad.

 

Todas estas demandas y aún más, están encontrando su cauce y, a pesar de no contar con el apoyo de partidos tradicionales (porque ellos aún están tratando de entenderse a sí mismos), los resultados no tardarán en evidenciarse.
















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