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El verdadero gran problema nacional: ¿Revolución o devolución?














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Por Pedro Elías Hernández
















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Venezuela es un país de dramáticos contrastes. Desde hace varias décadas ha sido el paraíso de políticos personalmente exitosos con un desempeño público desastroso y de empresarios individualmente prósperos con empresas quebradas o altamente ineficientes. Los venezolanos tenemos mucho tiempo viendo desfilar y alternándose en el poder a distintas élites políticas y económicas, quienes se las han arreglado para usurpar los beneficios de la renta petrolera y al mismo tiempo transferir a la sociedad los enormes costos generados por su incompetencia, su derroche y su corrupción. La consigna de esta ignominia es una sola: "para ellos las ganancias, para el pueblo las pérdidas.

El país requiere con urgencia un proyecto de gran aliento que produzca resultados positivos en el corto, mediano y largo plazo. Necesitamos un gobierno que sea fuerte y eficiente en la esfera de sus competencias, a saber: seguridad jurídica, seguridad ciudadana y desarrollo de nuestra infraestructura física. No se trata de lograr algo ajeno a nuestras capacidades. En muchos casos no se trataría siquiera de avanzar, sino de recuperar lo perdido.

EL PAÍS QUE PERDIMOS

El feo rostro que nos muestra el desastre de los últimos 30 años nos hace olvidar que Venezuela fue una nación de formidable movilidad social que en pocas décadas permitió que una depauperada familia campesina pasara de un conuco a un bloque del Banco Obrero y de allí a un apartamento de propiedad horizontal. Existió años atrás un país en donde un iletrado no sólo se alfabetizaba sino que podía ver a un hijo suyo graduarse en la universidad o egresar de la academia militar; una nación en donde sus élites dirigentes se formaban en el sistema de enseñanza pública. Tuvimos una nación que en las primeras décadas del Siglo XX pasó de ser un rincón oscuro del planeta a convertirse en el primer exportador de petróleo del mundo, que tuvo una moneda sólida que no se devaluó en casi 100 años, donde la inflación era un dato fenómeno desconocido, que experimentó un crecimiento económico sostenido superior a países como Alemania, Canadá Francia y EEUU, con un Instituto de los Seguros Sociales que era ejemplo en América Latina y donde había abundantes empleos productivos y el salario mínimo alcanzaba para algo más que comer.

Un país con suficientes jueces y fiscales para administrar y dispensar justicia oportuna y donde un policía de punto nos garantizaba transitar seguros por las calles o dormir tranquilos en nuestras casas. Venezuela fue un país de primera, con dirigentes de primera e instituciones de primera. Ese país lo perdimos, nos lo quitaron y nos lo siguen quitando, pero es posible recuperarlo.

EL ABUSO Y LOS PRIVILEGIOS

¿Qué y quiénes nos oprimen? Sin duda un sector político y económico rapaz que, prevalido del poder del Estado ha concentrado y sigue concentrando toda la riqueza nacional, administrando en nuestro nombre los bienes y activos de la república para provecho de sus economías privadas. El país debe alinearse en torno a un nuevo y amplio consenso nacional alternativo que permita identificar el verdadero gran problema nacional. Por un lado existe una minoría burocrática, que con y sin uniforme ejerce el abuso, atropella y detenta irritantes privilegios, los cuales le permiten acomodarse confortablemente dentro del presupuesto nacional. Por otra parte, existe una vasta porción de compatriotas que son víctimas del abuso, no tienen privilegios, ni los solicitan, que nunca cabrán sustentablemente dentro del presupuesto y que apenas si se han enterado de la existencia de la riqueza petrolera. En ese enorme sector hay venezolanos que han tenido la oportunidad de hacer bienes de fortuna con su esfuerzo y sudor; hay también millones de conciudadanos que no han tenido esas mismas oportunidades económicas pero que viven honestamente de su trabajo; gente de izquierda, de centro y de derecha; personas a quienes les gusta el socialismo y a otras que les gusta más el capitalismo; ciudadanos con simpatías hacia el oficialismo, independientes y de oposición; negros, blancos, zambos, indios y mulatos. Todos ellos sufren por igual las consecuencias de los malos gobiernos.

¿REVOLUCIÓN O DEVOLUCIÓN?

En Venezuela no hace falta una revolución, sino una devolución efectiva y sostenida que recupere lo mucho que nos ha quitado la rapacidad de unos pocos. Nuestro país reclama que se le devuelva la estabilidad y fortaleza de su moneda, la posibilidad de ahorrar, el poder adquisitivo de sus salarios, sus empleos productivos, su seguridad personal, social y jurídica, junto con su derecho a elegir libremente la mejor manera de ganarse lícitamente la vida y disfrutar de los frutos de su trabajo.

Esto lo podemos lograr si levantamos la bandera de un nuevo ideal nacional. Podemos instaurar un régimen político y económico sustentado sobre la base de principios modernos, donde los recursos del país sean realmente de los ciudadanos y puedan ser conducidos y aprovechados directamente por ellos a través de mecanismos de libre selección que amplíe su horizonte de opciones y fortalezca su soberanía personal. Techo propio para todos, igualdad de oportunidades y poder económico en sus manos para educarse, formarse, curarse y capitalizarse a fin de fomentar el capital social que tanto necesitamos. Esta es la verdadera transformación que necesitamos de cara a los retos que nos impone el Siglo XXI.

Esta es la visión que corresponde a la Venezuela que necesitamos y que queremos para nuestros hijos. El pueblo debe tomar el control de los gobiernos o los políticos seguirán teniendo el control de la gente mediante el monopolio que ejercen sobre los principales recursos con que cuenta la república. No pongamos las decisiones que puedan afectar nuestro bienestar económico, tanto en lo personal como en lo colectivo, en manos de aquellos que nunca sufrirán las consecuencias de sus equivocaciones.

 
















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