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Del Socialismo al liberalismo... El necesario cambio de paradigma (II)














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Por Lester L. Lopez O. 
















Como conclusiones de la entrega anterior manifesté que:

 

a) el modelo de Estado socialista y especialmente el venezolano que es un PetroEstado, terminaban preocupandose más por el crecimiento de la renta, para lograr su sobrevivencia, que por el desarrollo de la sociedad a la que pretende servir;

 

b) el paso de un modelo socialista a uno liberal afecta a la sociedad en general, al sector productivo privado y al sector denominado excluidos sociales; c) en relación a la sociedad en general finalizaba con la siguiente interrogante: ¿Está la sociedad venezolana y más específicamente el venezolano como individuo,  en capacidad de enfrentar este cambio de paradigma y prescindir de la tutela del Estado socialista, protector y dadivoso, mientras la renta petrolera lo permita?

El Sector productivo privado incluyendo el sector de los servicios y comercial, a mi entender, y especialmente el manufacturero o industrial, tiene mucho que ver con el tutelaje del Estado venezolano para su desarrollo desde la década de los cincuentas, pasando por los sesentas y setentas, para finalizar, bastante olvidado, por el gobierno de turno a principio de los ochenta, especialmente a partir del viernes negro, cuando la lapidaria frase del entonces Presidente de la República Luis Herrera Campins de “los prosperos empresarios con empresas quebradas” se hizo evidente.

La realidad es que los Estados socialistas democráticos, al no poder ellos ser los propios empresarios, propician empresas subsidiadas que fundamentalmente generen empleo, sin importar mucho su eficiencia, la calidad de sus productos y competitividad en el mercado, ya que crean legislaciones protectoras para los productos internos, entonces lo que parece un negocio redondo para el Estado y muchos empresarios, se convierte en desventaja para la sociedad que debe comprar productos de baja calidad, con pocas alternativas para seleccionar o elegir y finalmente más caro que los similares extranjeros que no pueden ingresar al mercado local por las protecciones existentes.

Este modelo económico no es culpa del empresario sino del Estado y en nuestro país funcionó con relativo éxito en las tres décadas mencionadas, pues la renta obtenida por el petróleo combinado con planes coherentes de desarrollo y equipos gubernamentales disciplinados fiscalmente lograron el desarrollo económico, social y político que se esperaba.

Pero en la década de los ochenta el modelo comienza a hacer aguas, pues la renta petrolera no da para más subsidios empresariales, la carencia de competitividad por el proteccionismo estatal, pone de manifiesto que nuestras industrias son obsoletas e ineficientes y requieren reemplazar los modelos de producción y también de las reglas del juego, como por ejemplo, restituir las garantías y libertades económicas restringidas desde 1960. Sin embargo el Estado, con el auspicio de muchos empresarios, continúa en la creencia de que debe intervenir en la economía para evitar que el “neoliberalismo salvaje” se apodere de los mercados y afecte a los más desposeídos o más pobres –la excusa de siempre– pero la consecuencia final de esto fue el incremento de la tasa de desempleo, la denominada economía de puertos pues todo se importa (economía dolarizada), y la falta de competitividad de nuestras empresas en una economía mundial globalizada y altamente competitiva.

A pesar de estas perversas consecuencias, ya manifiestas en la década de los noventa, nuestro sector privado de la economía, al igual que buena parte de la sociedad elige de Presidente a quien solo ofrece potenciar estos males, bajo la creencia que lo malo no es el modelo de Estado (aunque ofrece reformarlo) sino los gobiernos corruptos y capitalistas del pasado, por lo que intenta reforzar el socialismo y el centralismo a través de la Constitución Nacional. Cuando los ilusos empresarios se dieron cuenta de su error, ya fue demasiado tarde.

Sin embargo creo que la lección no ha sido en vano, el hecho que en el pacto de gobernabilidad se hable de una economía de mercado (liberal) con responsabilidad social indica que tanto los políticos, como el sector económico, están de acuerdo en que el socialismo no tiene viabilidad en Venezuela y el liberalismo económico “explotando al hombre por el hombre” tampoco. La solución tiene que ver con un concepto que algunos denominan “liberalismo económico con responsabilidad social”

Este modelo exige al empresario tres conceptos básicos para tener éxito y sobrevivir  a las características actuales del mercado: 1) la actividad económica a desarrollar debe contribuir a su crecimiento y desarrollo como persona de manera integral, para que sea útil a la sociedad; 2) la actividad económica debe generar un lucro por sí sola, de tal manera que no necesite del Estado para su desarrollo y; 3) la actividad económica que desarrolle debe contribuir y aportar a la sociedad un bien o servicio que le sea útil, so pena de desaparecer rápidamente del mercado. Esto es así, porque en los nuevos tiempos es el consumidor quien decide que es lo que necesita y no el productor que obliga a comprar lo producido por no tener el consumidor otras alternativas.

Como se puede apreciar, esta nueva concepción para los emprendedores de negocios, los atan de alguna manera a tener una responsabilidad social con la sociedad a la que sirven.

Para que este modelo económico funcione el Estado debe garantizar las libertades económicas previstas en una economía de mercado y el derecho y garantía a la propiedad privada, así como que funcionen las instituciones públicas, especialmente el estado de derecho. También, algunos incentivos a la repatriación de capitales para inversiones en el país sería saludable y ayudaría a la generación de confianza tan necesaria para el futuro inmediato.

El sector productivo privado tiene la palabra ¿Tutelaje de estado o responsabilidad social y libertades económicas?

En la entrega anterior expuse, lo que a mi juicio, serían los retos para la sociedad venezolana y el sector productivo privado para cambiar del modelo socialista y tutelar del Estado a una sociedad liberal y de libre mercado que nos permitiese hacerle frente con éxito a un mundo globalizado por las comunicaciones, la informática y el conocimiento. Esta última parte tiene que ver con ese sector de la sociedad que se ha dado en llamar excluidos.

Aún cuando, el término “excluidos de la sociedad” sigue siendo genérico y se identifica principalmente con los más pobres, habría de preguntarse ¿Quién realmente los excluyó y en que sentido? Lo pregunto porque sería necesario precisar si fue verdaderamente la sociedad o el Estado, el que los excluyó.

Creo que los excluidos de la sociedad es un término más apropiado en su utilización para las civilizaciones y modelos que existieron hasta principio del pasado siglo XX, donde los esclavos, el tráfico de personas y la propia explotación del obrero por los patronos de entonces aún coexistían y ciertamente eran productos de un modelo de sociedad que todavía propiciaba diferencias de clases por motivos de raza, credos, religiones y posición económica. Eran pues excluidos de esas sociedades. No del Estado o el gobierno de turno.

Pero con el advenimiento de los derechos civiles, individuales y colectivos, los Estados y la unión de ellos por diferentes motivos (la ONU por ejemplo) empezaron a combatir estos vicios de esas sociedades y lograron erradicarlos. Por lo que si ahora existen excluidos, ya no serán de la sociedad, sino del Estado. Por lo que ahora se prefiere el nombre de “excluidos sociales” para no cargarle la culpa al Estado, o más precisamente al modelo de Estado, el cual es finalmente el responsable, especialmente el nuestro, que es un PetroEstado socialista.

Las sociedades que decidieron conducirse por un modelo de Estado liberal y de libertades económicas, privilegiando a la persona y sus derechos individuales, son ahora los países más desarrollados política, social y económicamente, donde los excluidos sociales –que siempre los habrá– no son su principal problema.

Por el contrario, las sociedades que adoptaron el modelo socialista de Estado, para que el mismo tutelara a esa sociedad, se han convertido en grandes productores de excluidos no solo sociales sino política y económicamente también.

El problema de estos modelos socialistas es que por tratar de controlar todos los aspectos de la sociedad a la que pretende servir, el Estado comienza a generar sus propios políticos, sus propios empresarios, sus propios comerciantes, sus propios hoteles, sus propios pilotos, etc. por lo que los integrantes de la sociedad en general cada vez más, al no tener acceso a muchas áreas de su interés por estar controladas por el Estado, se comienzan a sentir excluidos y generan términos no tan populares, pero igualmente perversos, como “los privilegiados del Estado” o los “amigos del gobierno de turno” o “los contactos de tal o cual partido del gobierno”. En consecuencia, esa sociedad termina de alguna manera buscando una forma de sobrevivir y una de ellas es tratar de organizarse en algún tipo de grupo de presión para poder acceder a los beneficios del Estado.

El problema de esta forma de acción, es que la sociedad cada vez se vuelve más dependiente del Estado y estimula la creencia de que sin la tutela del Estado no puede crecer en sus actividades propias, cuando la solución más viable es ¡cambiar el modelo del Estado!.

Afortunadamente, como mencioné en la entrega anterior, una buena parte de nuestra sociedad y del estamento político y productivo dirigen serios esfuerzos en esa búsqueda de cambio de modelo. Pero esto por sí solo no elimina a los excluidos sociales en nuestro país.

El mayor inconveniente, especialmente para los políticos de avanzada, será convencer a esa enorme masa de excluidos en Venezuela, que la solución a sus problemas comienza por empezar a prescindir de la tutela del Estado después de décadas diciéndole que el Estado les garantiza su desarrollo e inclusión en la sociedad. Ese cambio de paradigma es el que hay que empezar a explicar.

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