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![]() 3erPolo
Petróleo y corrupción endémica |
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“Si podemos evitar que el gobierno malgaste la labor de
la gente bajo la pretensión de ayudarla, el pueblo será feliz. "El
excremento del diablo" fue el calificativo que hace casi tres décadas le dio Juan Pablo Pérez Alfonzo al petróleo, por las
consecuencias terribles que este recurso podía generar si no era bien concebida su forma de utilización y la manera en que
este activo material pudiera impactar la economía de nuestro país. LOS
PAÍSES PETROLEROS CON CORRUPCIÓN ENDÉMICA A
la mente nos vino esta expresión del padre de la Opep, que estigmatizó para siempre en Venezuela a los hidrocarburos, cuando
leímos el informe de la Fundation Heritage, que junto con la publicación The Walt Street Journal realizan todo los años el
Índice de Libertad Económica, el cual, en su edición 2005, sitúa a Venezuela en los últimos lugares en el ranking de naciones
con mayor corrupción "endémica y en donde se producen mayores pérdidas de fondos públicos que en vez de destinarse a salud
y educación se desvían a intereses particulares". El
informe de la Fundation Heritage indica que "un grupo de países productores y exportadores de petróleo aparecen especialmente
destacados entre los que obtuvieron los peores puntos. Venezuela, Angola, Azerbaiján, Chad, Ecuador, Indonesia, Irán, Irak,
Sudán, Kazajistán, Nigeria y Yemen son naciones en donde las contrataciones públicas en el sector petrolero mueven cantidades
de fondos públicos que terminan en el bolsillo de ejecutivos privados, intermediarios y funcionarios de los gobiernos". Nuestro
país aparece en el puesto 114 de 146 países analizados, con una puntuación de 2,3 en una escala del 1 al 10. ¿SE
REPETIRÁ EL ERROR? Según
algunos expertos, se estima entre 400 a 500 mil millones de dólares los ingresos fiscales provenientes del negocio de los
hidrocarburos que recibirá la nación en los próximos 25 años. Este cálculo se hace en atención al gran incremento de la demanda
mundial de crudo, lo cual irá aparejado de un aumento de nuestros volúmenes de exportación para satisfacer este aumento del
consumo, al tiempo que se pronostica un escenario de precios del barril con tendencia al alza para los próximos años. En
este sentido cabe hacerse tres preguntas cruciales. Primera: ¿Se escaparán también estos nuevos ingresos en una masiva fuga
de capitales como sucedió entre 1974 y el 2003, de lo cual dan cuenta los más de 150 mil millones de dólares que existen depositados
en el exterior en cuentas bancarias privadas, cuyos titulares son un pequeño grupo de venezolanos? Segunda: ¿Continuaremos
aumentando nuestro endeudamiento público externo e interno y el servicio de estas obligaciones que en el presupuesto del 2004
constituyeron el 80% del ingreso fiscal petrolero y que en el del 2005 constituye el 60% de estos ingresos, continuará siendo
la vía mediante la cual se seguirá transfiriendo de forma neta los recursos que se suponen de todos los venezolanos a los
bolsillos de las personas más acaudaladas de Venezuela y el mundo como son los banqueros y otros acreedores de la deuda de
la República? Tercera: ¿Seguirán recibiendo los gobiernos de turno sus ingresos en dólares y para financiar su déficit fiscal
seguirán devaluando nuestra moneda hasta hacerla desaparecer arruinando el poder adquisitivo de los salarios y los ahorros
en moneda nacional? En otras palabras ¿Nos volverá a suceder lo mismo?, ¿Cometeremos el mismo error? LOS
LLAMADOS PETRO- ESTADOS Venezuela
es un Petro-Estado, es decir, el sector estatal es el dueño de los yacimientos petrolíferos y gasíferos de la nación y además
es propietario de la industria y el negocio petrolero. Este modelo ha generado enormes distorsiones en nuestra sociedad, sobre
todo desde 1975 cuando se decidió estatizar el negocio de los hidrocarburos. Bien lo dijo en su visita a nuestro país el profesor
de Harvard, Richard Pipes, gran conocedor de las experiencias y del desempeño económico de las naciones pertenecientes al
desaparecido bloque soviético: "Si el Gobierno es el propietario de la riqueza, controlará a la gente". Todos
los estudios que se han hecho en el país sobre el deterioro de la calidad de vida de los venezolanos y en relación al empobrecimiento
masivo que ha experimentado nuestra sociedad, coinciden en señalar que la caída del ingreso per cápita y el aumento de la
pobreza se ubican a partir del momento en que el Estado se apropió de los recursos petroleros y su industria. Economistas
muy serios, entre ellos Asdrúbal Baptista, afirman con cifras en la mano que Venezuela tiene aproximadamente 26 años en caída
económica, es decir, casi el mismo tiempo que tiene el negocio de los hidrocarburos en manos de los gobiernos de turno. LOS
DIFERENTES TIPOS DE ESTADO Adam
Smith, uno de los fundadores de la economía clásica, hablaba de los llamados "Estados Propios" y los "Estados Impropios".
Los primeros son aquellos en donde los recursos de una nación están en manos de la sociedad y sus ciudadanos y éstos pagan
impuestos al Estado por acceder a ellos y convertirlos en riqueza. Los segundos son aquellos en donde los recursos de una
nación son confiscados de manera monopólica por el Estado para su provecho particular. La sociedad y sus ciudadanos sólo reciben
de estos recursos lo que el sector estatal distribuye de manera discrecional. Es decir, las migajas. Los Petro-Estados como
Venezuela, entran en la segunda categoría antes referida. El Estado venezolano se apropia del petróleo, que es el principal
recurso del país y lo distribuye en la sociedad a su real saber y entender. Esta
situación hace que el Estado no tenga que vivir de la riqueza que produce una sociedad y de los impuestos que paga la gente,
por lo que a los gobiernos de turno en Venezuela no les importa mucho la gente ni la suerte de sus ciudadanos. Por eso hemos
visto en los últimos 26 años cómo el sector público al tener en sus manos a Pdvsa y por ende el control del 80% de los dólares
que produce la economía del país, decidió empobrecernos sistemáticamente devaluando la moneda de manera reiterada para financiar
su déficit fiscal. En
todos los países civilizados y realmente democráticos del mundo, los Estados viven de la riqueza que producen sus ciudadanos,
a través del cobro de tributos. Por esta vía, la población, al sufragar con su esfuerzo los gastos de funcionamiento del aparato
estatal, puede ejercer un control sobre el desempeño de sus gobernantes. Pero cuando el Estado no depende de sus ciudadanos
y los gobiernos son los propietarios de la riqueza de la nación se desarrolla una suerte de autonomía funcional respecto de
la sociedad. En esta circunstancia, tarde o temprano este Estado y sus gobiernos se convierten en un azote para los ciudadanos
y para la sociedad. Aparece aquí el flagelo de la corrupción como consecuencia del manejo poco trasparente de los recursos
y de los ingresos de que disponen los gobiernos de turno. En
condiciones como las anteriores, las prácticas ilícitas y corruptas que pueden producirse en cualquier parte del mundo no
constituyen hechos aislados sino que conforman todo un entramado funcional y orgánico a través del cual se realizan las transacciones
económicas en un determinado país por lo que sin la corrupción no funciona nada. No se trata de la corrupción dentro del sistema,
sino que la corrupción es el sistema. De esta forma el fenómeno de los ilícitos administrativos, el peculado y el poder para
adjudicar discrecionalmente privilegios financieros y comerciales a grupos influyentes y de presión, se convierte en una característica
sistémica inherente a los Petro-Estados. Estas
prácticas son altamente empobrecedoras, ya que la corrupción como sistema encarece tremendamente los costos de transacción
en las operaciones económicas y hace que los agentes productivos generen ineficiencias y pierdan capacidad competitiva, lo
que al final pagan los consumidores al adquirir productos costosos y de baja calidad. Por
eso, cualquier reforma política, económica e institucional que se quiera echar adelante en Venezuela, debe quitarle el control
de los ingresos petroleros al Estado venezolano y procurar que la riqueza que produce el negocio de los hidrocarburos llegue
directamente a la sociedad y a sus ciudadanos, sus legítimos dueños. Esa es la verdadera revolución que hay que hacer en nuestro
país. Convertir a Venezuela en un país de propietarios y beneficiarios directos de nuestra industria petrolera, es decir,
un Estado propio. "PROPIEDAD
Y POSESIÓN A LOS CIUDADANOS QUE LAS PIDAN" Ya
desde 1829 el Libertador Simón Bolívar, en un decreto fechado en octubre de ese año, consagraba que "conforme a las leyes,
las minas de cualquiera clase corresponden a la República, cuyo gobierno las concede en propiedad y posesión a los ciudadanos
que las pidan, bajo las condiciones expresadas en las leyes y ordenanzas de minas...". Este
decreto del Padre de la Patria tiene una clara influencia proveniente de las ideas de la ilustración y de los enciclopedistas
franceses de finales del Siglo XVIII. La riqueza del subsuelo, es decir las minas, según lo consagraba el derecho hispánico
fundamentado en los códigos monárquicos de la casa real de los Habsburgo, era propiedad del soberano, pero en la monarquía
el soberano es el Rey o el Monarca. La
revolución francesa modifica estos derechos nobiliarios y erradica los privilegios patrimoniales, tanto de la monarquía y
el clero. Bolívar
hace suyo el ideario de la revolución francesa y aun cuando mantiene el principio derivado del derecho hispánico según el
cual la riqueza del subsuelo pertenece al soberano, no obstante, en la República el soberano es el pueblo y no el Rey. Por
eso, cuando el Libertador dice en su decreto de Quito que las minas corresponden a la República, se refiere a que pertenecen
legítimamente al pueblo. Por eso, a renglón seguido, Bolívar indica en el referido texto que el gobierno de esa República
deberá entregar las minas en propiedad y posesión a los ciudadanos que las pidan, ya que la riqueza del subsuelo es del dominio
público y no de ninguna clase o casta privilegiada, ya sea nobiliaria, política o corporativa. |
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